Naranja a caña

Hay tardes tan cómodas, tan naranjas, tan unitarias, tan a la altura de los árboles, que comienza a escuchar desde el fondo de sus oídos un solo de flauta, casi tan igual a como lo hacia el abuelo con olor a caña viva y con dolor a viva caña.



Saca una foto y pega una sonrisa de postal en la pared morada. Por intuición puede decifrar que comienza su síndrome de fugitiva nº 508, sus locas claustrofobias... es que está foto la sacó desde la oficina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los colores y la sensación que producen son alucinantes. Genial!